Otra pequeña lacra social basada en los prejuicios y el estereotipo.
Estamos de acuerdo, los estereotipos nos ayudan a defendernos del entorno. Y aunque sean una distorsión cognitiva, lo cierto es que mediante ellos determinamos en fracciones de segundo cómo tratar a una persona o cómo desenvolvernos ante una situación, sea o no de peligro. Pero también estos mecanismos de análisis de contexto nos hacen, equivocadamente, emitir juicios de valor en contra de una persona que encajamos dentro de un colectivo determinado. Es el caso del adultismo.
Si el machismo o el hembrismo son la supremacía de este sexo sobre el otro por el simple hecho de serlo, de igual manera, el adultismo correspondería con el empoderamiento del adulto simplemente por serlo, dejando en condición de desigualdad al más joven también por serlo. Es decir, yo-adulto estoy por encima de tú-joven. Se trataría de un prejuicio en contra de las personas con menos edad que limita, per se, cualquier capacidad de alguien menor.
¿Les ha pasado alguna vez? ¿Alguna vez han sido discriminados por edad? Hablamos mucho de ese rechazo en el ámbito laboral de las personas mayores (+ de 40 y buena suerte. De hecho, por ejemplo, a lo largo de mi trayectoria académica he sido discriminada por edad en la candidatura de becas doctorales por pasarme de la edad máxima, de menos de 30). Pero poco se habla en sí de ese momento en el que se te plantea ese problema de difícil solución: tener los años que tienes. que son menos de los necesarios.
Situación real, recogida en el ensayo La abuela Pepa tenía pito:
“He tenido que ir a grabar una entrevista, que más que una grabación en un plató para una productora parecía una entrevista laboral para encontrar un trabajo o, peor aún, la presentación de credenciales para optar a un marido. Lo primero que he tenido que hacer ha sido exponer mi currículum para callarlos: parecer más joven de lo que eres siendo mujer no siempre es una ventaja, «porque seguro que no tengo experiencia y no voy a tratar bien el tema» (otro día hablamos de adultismo, que también tiene su miga)”.
En el caso del ejemplo, esa situación se da hacia una mujer de 38 años con más de 10 años de experiencia y con estudios académicos de doctorado. Ese momento en el que somos rechazados, prejuzgados o condicionados simplemente por nuestra apariencia/condición física se llama discriminación. Es un grado bajo, tampoco alarmante, que pasa casi invisible, una micro-desigualdad social.
Por otro lado, totalmente opuesto, los comentarios adultistas pueden tener otro enfoque, pero no por ello dejan de estar enmarcados en el prejuicio que transmite la diferencia de edad. Por ejemplo, en el caso en el que alguien mayor lance un halago a alguien más joven:
“Qué profesional eres, tan joven”
“Tan joven y qué bien has desempeñado tu trabajo”
Ahí, por ejemplo, aunque haya cierto grado de reconocimiento, lo cierto es que esos comentarios están fundados en el prejuicio de que alguien joven, que obviamente tiene menos experiencia, no sepa o no esté capacitado para desenvolverse en su trabajo con éxito o en cualquier otro ámbito. Y ante la sorpresa del acierto por parte del joven, llega el piropo del adulto.
En cierto modo esto puede mermar la autoestima y también el entusiasmo de aquellos menos adultos. Seamos realistas: alguien cuestiona si eres o no válido por algo tan incontrolable por ti como es tu edad. Tienes los años que tienes, ni más, ni menos.
Otro caso, común últimamente, sería las dificultades para la contratación. Cuando las empresas buscan personas altamente cualificadas, con experiencia, rechazando a los jóvenes -y a los demasiado adultos, pero eso es otro tema-. Aquí se niega, de entrada, una posibilidad simplemente por atender a la edad y no al resto de méritos que concurran en la persona que solicita un puesto de trabajo. Una espiral viciosa sin vistas de abrirse al público:
Soy demasiado joven – no tengo experiencia
No tengo experiencia – no tengo trabajo
No tengo trabajo – no tengo experiencia
BUCLE
Cómo sobrevivir a los casos de adultismo dependerá de cómo te lo tomes.
Originariamente este concepto ha servido para definir la relación de poder de los adultos hacia la infancia. ¿Pero qué ocurre cuando el adultismo se da entre personas mayores? Para resolver un poco este neoconcepto, que realmente está poco estudiado entre adultos, hemos lanzado una encuesta privada que nos permita teorizar un poco sobre a qué géneros afecta más, cómo afectan estos comentarios en el entorno laboral y cómo los percibe la persona que los recibe, si afecta por igual a todos los géneros o si depende del rango de edad. Es anónima. Puedes participar en el siguiente enlace:
https://forms.gle/Jn1UUTJmEqhuRpJv9
Referencias bibliográficas: Molten, A. (2022). La abuela Pepa tenía pito, UNO EDITORIAL, pág. 49.
Imágenes de Edmond Dantès obtenidas en https://www.pexels.com/
[…] Este contenido amplía la ya publicada Cómo sobrevivir al adultismo. […]