Opinar, a veces, es un acto de valientes, sobre todo si va en contra de la opinión pública. Hablamos sobre la espiral del silencio y de cómo esta teoría responde, en parte, a la influencia de la mayoría sobre la minoría. ¿Eres de los que se atreve a compartir su forma de pensar aun sabiendo que va en contra de lo que piensan casi todos? ¿O prefieres callarte y pasar desapercibido para que no te etiqueten y evitar un juicio innecesario? Si eres de los segundos, ¡cuidado! Te has colado de lleno en la maldita espiral….
La opinión pública responde a cómo los individuos interactúan con ellos mismos y con su propio entorno (Noëlle-Neumann, 1995). Este concepto alude a la necesidad de renunciar a las opiniones propias para no aislarse de la sociedad como consecuencia del miedo a la no integración del sujeto en su contexto o a consecuencia de las dudas emergentes en el propio individuo sobre su capacidad de juicio y su acierto. Según el concepto de opinión pública, mientras que exista diferenciación, la integración no es posible: se genera una tensión entre la opinión personal, la sanción social y el castigo. Y surge, entonces, la teoría en la que se explica que la tendencia a expresarse en una circunstancia y la tendencia a guardar silencio en otra provocan un espiral gradual donde se implanta la opinión predominante (Bowen & Blackmon, 2003).
Opinión pública es aquella que puede “expresarse en público” sin riesgo de sanciones y en la que puede “fundarse la acción llevada adelante en público” (Nöelle- Neumann, 1995). Y aquí viene lo fuerte, la consecuencia directa de la necesidad de pertenecer a un grupo: el papel activo de un individuo para iniciar un proceso de formación de opinión queda reservado para quienes puedan soportar la exclusión social. ¿Qué quiere decir esto? Quizá alguna vez te hayas quedado callado ante un hecho injusto porque la mayoría hace lo mismo; o a lo mejor, incluso en un entorno de confianza, te has reservado tu opinión porque has visto que los demás irán en tu contra. Esa falta de iniciativa ante el miedo a ser juzgado, eso, es la espiral.
A nivel teórico, la espiral tiene este aspecto:
Si para unos autores la opinión pública y el concepto de lo ‘público’ es quedar sometido a un tribunal social, para otros todo se basa en las emociones, y de forma paralela, “si entendemos que esas emociones, al igual que otra serie de constructos, tienen una naturaleza lingüística y una connotación simbólica, el denominado miedo al aislamiento no es una excepción, y se presentan como algo intangible, en cuyo significado están presentes los discursos dominantes. En síntesis, se trata de un imaginario social” (Dittus, 2005 p. 61 y ss.).
Sin duda estamos ante una connotación existencialista del rechazo, la opinión y el imaginario colectivo, una presión ambiental, una mayoría silenciosa que obliga no tanto a cómo pensar sino a cuándo y cómo quedarse callado. Un silencio que evitará que nos pongan una etiqueta, pero, a la vez, provocará que nos pongan otra: pertenecer/no-pertenecer al grupo social. No olvidemos que el grupo se rige por otras estructuras sociales determinadas como la educación, el estereotipo y el prejuicio, las experiencias y el desarrollo cognitivo que componen a cada hombre-individuo.
Obviamente, todo se resume a un proceso de comunicación social e interpersonal dentro de los miembros del grupo. Pero comunicación al fin y al cabo. Y este proceso sociológico transcurre de forma paralela con el establecido de forma transversal por los medios de comunicación de masas. Como consecuencia, el contexto en el que se desenvuelve la espiral del silencio se torna mucho más complejo de lo que ya era: lo que dicen o no los medios de comunicación condiciona a esa construcción del imaginario/opinión social, ya que son estos, los media, los constructores de la realidad social.
La reflexión está servida: ¿es la opinión pública una forma de control? Consciente o inconsciente, ¿pero esa posición de la mayoría, dominante, no ejerce sobre la minoría tal presión que es capaz de silenciar las voces discrepantes? ¿Qué consecuencias tiene ese silencio, que por supuesto es voluntario, a nivel social? Puede ser que impida la evolución hacia nuevas estructuras sociales, que se bloquee el intercambio de opiniones o la libertad de expresión a diferentes niveles o que, también, se discrimine a los que pretenden exponer nuevas ideas.
Por tanto, podemos concluir que, en parte, conseguir una opinión pública consolidada es una forma de control social. Si a eso le sumamos, de algún modo, la reducción de la capacidad crítica, la reducción del lenguaje y el vocabulario, las restricciones de las agendas de los medios de comunicación, la resistencia a cambiar de opinión… tenemos un menú del día a muy buen precio. Y tú… te lo vas a comer en silencio.
Referencias bibliográficas (APA 6):
– Parte de este post es un extracto de esta tesis doctoral: Barrutia Navarrete, M. Nacimiento y evolución de la práctica de extranjería en la prensa española: Especialización periodística como respuesta académica a la comunicación pública y al derecho a la información. Granada: Universidad de Granada, 2017. Págs. 113-116. [http://hdl.handle.net/10481/48076]
– Nöelle- Neumann, E. (1995). La espiral del silencio. Opinión pública: nuestra piel social. Barcelona: Paidós.
– Dittus, B. R. (2005). La opinión pública y los imaginarios sociales: hacia una redefinición de la espiral del silencio. Athenea Digital, núm. 7, Universidad Católica de la Santísima Concepción, Chile. Descargado de http://www.raco.cat/index.php/Athenea/article/viewFile/34168/34007. Págs. 61-76.
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