Dependiendo de cómo de capaces seamos de emitir y recibir informaciones complejas, seremos más o menos críticos y capaces, o no, de construir una opinión. El diccionario de la Real Academia Española tiene aproximadamente 88.000 vocablos registrados en su edición de 2021. ¿Tú cuántos usas y cómo?

Según resultados de Google, sin realizar una búsqueda exhaustiva, solo por orientarnos un poco, de todas las palabras que vienen descritas en el diccionario de español solo usamos unas 1.000 de media. Eso, con suerte, si tu nivel educativo está dentro de lo que se considera la media en España. Si eres de los considerados cultos, alcanzarás las 5.000. Esto quiere decir que, en el mejor de los casos, usamos tan solo un 5,68% de las palabras de nuestra lengua.

Esto, que podría quedarse en una anécdota que contar a nuestros nietos, es de una gravedad absoluta. Tenemos poco vocabulario porque leemos poco y porque los mensajes que recibimos y emitimos, son de forma consecuente o paralela, cada vez más simples. Por contextualizar, durante el confinamiento domiciliario de 2020 por la pandemia de covid, con todo ese tiempo disponible, “el 57% de los españoles leyó con frecuencia durante el estado de alarma, aunque el índice de lectura apenas creció en 2020”, según el Barómetro del gremio de editores. El 36% de los españoles “no lee nunca o casi nunca”, según el mismo informe.

El riesgo de no-leer o de consumir contenidos que transmitan una carga informativa con una estructura simple, conlleva demasiados problemas que se suceden en una cadena difícil de romper:

  • Se reduce la comprensión lectora y la capacidad de concentración/atención en la recepción de información
  • Lo anterior, merma la capacidad de interpretación de contextos y el desarrollo cognitivo. Primero, cuando leemos, ya que no somos capaces de mantener la atención y la lectura no tiene lugar de forma lineal, lo que dificulta la comprensión. Segundo, cuando nos relacionamos, por el mismo procedimiento.  
  • Como consecuencia, se reduce el lenguaje y la forma en que nos comunicamos. Aparecen las incorrecciones gramaticales y lingüísticas, la simplificación de estructuras
  • Al reducirse el lenguaje, se simplifican las informaciones que emitimos y recibimos
  • La comunicación y el resultado de esta se ve alterada, provocando una falta de entendimiento con el entorno y dificultando mi interacción con él
  • La capacidad crítica a nivel individual se limita
  • Se potencia una única y limitada opinión pública
  • Somos más manipulables
  • Nos convertimos en ovejas y en rebaño.

Pongamos un ejemplo actual…

Lo paré con una mano, lo paré que yo lo vi,
yo, yo, yo le paré el taxi, yo, yo, yo le paré el taxi…”

La música que escuchamos, sin ir más lejos, es una composición de la realidad más absoluta en lo que a transmisión de información se refiere. ¿Cómo son esos mensajes? ¿Cómo están construidos? ¿Qué estructura presentan? ¿Cómo los recibimos? ¿Cómo podemos interpretarlos según su contenido y forma? Este vídeo es bastante interesante respecto a este tema que estamos tratando.

En definitiva, y no es por esta letra musical en concreto, sin ánimo de ofender, nos estamos idiotizando. Poco a poco. Y no nos damos cuenta. De hecho, algunos influyentes del ámbito sociológico y periodístico se preguntan si “¿No debería la universidad enseñar a leer, a escribir y a exponer en público?” (Feito, 2020). Y realiza esta pregunta sobre texto complejos, sobre los libros. No se trata solo de leer, se trata de comprender, que esa comprensión nos lleve a la reflexión y de ella al pensamiento crítico y a la generación de una opinión personal propia. Que esa comprensión nos lleve a poder cambiar o reforzar nuestra forma de pensar para evolucionar como individuos y dentro de la sociedad.

Feito, en su tribuna, explica que en las universidades, y seguimos con su propuesta de enseñar a leer textos complejos, se debería “dedicar un espacio en el currículo a estas actividades” ya que “puede ser un elemento fundamental para que nuestro estudiantado salga de la pasividad a la que la institución escolar —desde la primaria a la universidad— le condena”. Pasividad provocada, en parte, por la falta de comprensión lectora, que se va acentuando con el paso de los cursos hasta ser incapaces de interpretar un texto de tres párrafos, entre otras cosas, porque no somos capaces de terminar de leerlo. O simplemente de leerlo. Porque no podemos mantener la atención. Porque no lo entendemos. Bucle. Problema. Bucle. Problema…

No estamos en disposición de contar cuántas palabras hemos usado al día. Y menos todavía de hacer una comparativa por niveles de formación académica (por si alguien quiere hacer una tesis). Pero lo que sí sabemos es que, cuanto más leas, más vocabulario, más capacidad de interpretar contextos y más capacidad crítica desarrollamos. En definitiva, somos menos manipulables, en todas las esferas sociales e interpersonales.

Sé como Bruce. Lee.

Fuente: https://pedrodelgadofernandez.blogspot.com

Referencias:

Feito, R. (2022). ¿No debería la universidad enseñar a leer, a escribir y a exponer en público?. El País. Recuperado de https://elpais.com/educacion/2022-02-23/no-deberia-la-universidad-ensenar-a-leer-a-escribir-y-a-exponer-en-publico.html?utm_source=LinkedIn&ssm=LK_CM#Echobox=1645629941

Imágenes de Bruce Lee obtenidas en https://pedrodelgadofernandez.blogspot.com/2020/06/bruce-lee-una-vida.html

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