El dios Fútbol está mandado un castigo divino sobre sus fieles. No es nada original, ya lo hizo hace miles de años el dios judeocristiano en varias ocasiones según cuentan las sagradas escrituras: la torre de Babel y el desorden lingüístico, el diluvio universal y la repoblación humana y de las especies, convertir en estatua de sal a la mujer de Lot por mirar atrás al salir de Sodoma por indisciplinada… Y ahora, un nuevo castigo divino: la amonestación de Vinícius Júnior -ya revocada por Competición- y el cierre durante cinco partidos de una grada de Mestalla.
Todo, porque los creyentes no se están portando bien.
Y es cierto. Es preciso hacer algo.
Recordemos que los futbolistas son personas que están trabajando:
Puede que cobren mucho. Que su sueldo sea desproporcionado para lo que hacen, o no. Puede que sean personajes públicos. Puede que estén expuestos a la opinión pública porque sí. Puede ser que no me guste nada el fútbol y todo lo que lo compone sociológicamente, puede. O puede que me encante el fútbol y que el mundo se detenga cuando haya un encuentro de mi equipo. Pero lo que es cierto es que cuando un futbolista profesional está disputando un partido, esa persona está trabajando.
Imagina que mientras trabajas tienes a una afición que te anima cuando rindes y que te insulta cuando tienes un mal día. Te siguen y opinan libremente de lo que estás haciendo y cómo. O un conjunto de personas que te espera al salir del trabajo para increparte si planteas una estrategia que mejora lo que ya hace tu competencia. Imagina que te paran cada mañana antes de entrar al trabajo para hacerse una foto contigo. Luego, una de las fotos que te han hecho esa mañana, imagínala tergiversada y publicada de forma imparable en las redes sociales. Han hecho un meme contigo, ofensivo, y tu familia lo ha visto. Otra foto la han impreso y la miran por las noches antes de dormir. O le rezan. Imagina que cuando sales del trabajo, hay un muñeco con tu camiseta con una amenaza de muerte porque no has cumplido un objetivo. Ahora imagina que, simplemente por ser quien eres, tienes que soportar todo eso.
Lo has imaginado, ¿no? ¿Pero concienzudamente..?
Seguramente no te haya gustado un pelo visualizar esto. Y todavía no hemos empezado a hablar de otra cosa: de racismo. Hasta el momento sólo hemos hablado de cosas que, más o menos, tú has podido decidir y organizar en tu vida. Ahora, vamos a incluir otra cosa: aquello que te ha tocado y sobre lo que tú no has decidido nada.
Imagina que al llegar al trabajo te insultan porque eres rubio. Vale, te tiñes. O no. ¿No se puede ser rubio?
Imagina que tu piel es el problema. O tus facciones.
Imagina que por ser como eres físicamente, toda la vida te han insultado.
Y te das cuenta de que esto le pasa a todas las personas que son como tú.
Te han discriminado.
Y de pronto, además, un día que pides respeto porque estás harto, te sancionan en el trabajo con cinco días de suspensión de sueldo.
Y entonces, los que no son como tú, te explican que no, que aquí nadie te está discriminando por tu aspecto. Que lo parece, bueno, sí. Que te parece que 81.000 aficionados – los que caben en el Bernabéu, por poner un ejemplo- te están gritando mono y puto negro. O puto blanco. O maricón de mierda. O “te mato”. Dependerá de lo que a ti te resulte más ofensivo en función de tu aspecto y de tu vida. Pero que son cosas del fútbol. Que fuera, eso no pasa. Y si pasara de puertas para fuera, son sólo unos ultras a los que no hay que hacer caso.
España será una sociedad racista mientras niegue el racismo.
España no se considera una sociedad racista porque no se discrimina ella misma, porque ella es ya española, blanca, europea, occidental, pacífica (de momento) y próspera. Porque no somos el otro, por eso decimos que España no es racista.
No todo vale.
Tampoco en el fútbol.
No argumentemos que esto “siempre ha sido así”. Que “ya no se puede decir nada”… No.
Es cierto, puede que siempre haya sido así. Y seguramente sea el momento de cambiarlo y construir una sociedad mejor, más justa, más igual.
Esto escuece. ¿Cómo van a ser otros igual que yo? ¿Compartir derechos, privilegios, respeto? ¿Admitir que somos racistas, xenófobos, machistas, homófobos…? Cambiar la perspectiva y la forma de pensar hacia la igualdad social. ¡Bárbaro!
Sí. Tranquilo. No pasa nada.
Tú querrás eso mismo cuando seas el otro.
Incluso cuando juegues al fútbol.
Incluso cuando estés trabajando.
Incluso cuando sólo vayas caminando por la calle.
Te invocamos, dios Fútbol, a favor de una sociedad mejor.