El auge del feminismo se ha visto perjudicado por aquellos que, en su nombre, lo han usado como arma arrojadiza contra el propio movimiento. Sin querer o no, lo cierto es que muchas personas mayores están decepcionadas; las medianas nos saben ya ni lo que significa el feminismo o no les interesa saberlo porque la lucha se ha desvirtuado; y las jóvenes, hartas de tanto concepto metido con calzador, se han revuelto porque piensan que todo esto va en contra de la igualdad y de su libertad.
Feminismo significa igualdad efectiva y real entre hombres y mujeres en cualquier esfera, salvo en la biólogica. Es cierto que biológicamente somos muy diferentes. La madre naturaleza ha otorgado una serie de privilegios físicos, como mayor fuerza y altura porque sí, al macho; y una excepcional diferencia a las hembras, la capacidad de reproducción. Además, nos diferencian también nuestros genitales y caracteres secundarios, y lo hace, por lo general, de forma excluyente.
Y si es cierto que biológicamente somos diferentes, también es cierto que como hombres y mujeres, dentro de la sociedad, también lo estamos siendo, injustificadamente. Tanto a las mujeres como a los hombres, nos han atribuido a lo largo de la historia humana una serie de características y roles, un reparto injustificado y desigual, que nos condicionan día a día. Tanto a unos como a otros. Los hombres no pueden llorar, ni tener un gatillazo, necesitan el sexo para mantener su propia masculinidad viva; y las mujeres no debemos ir solitas por la calle ni sentarnos con las piernas separadas, tampoco ser demasiado atrevidas ni demasiado recatadas. Por resumir, claro. Aquí, el argumento de Caperucita Roja y el lobo feroz (pero sin sexo, claro).
Lo cierto es que los últimos acontencimientos políticos, como la ley del sí es sí o la ley trans, han trans-pasado lo imaginable en muchos aspectos, simplemente por oportunismo político. Esto, junto con la economía y la batalla política del y yo más y tú mucho peor que yo, en nombre del feminismo y de una sociedad más justa, han venido a tambalearlo todo. Y han usurpado el feminismo al feminismo.
Respecto a la política, poco hay que decir que no se haya dicho ya en los últimos meses. Unas modificaciones y unas novedades a favor de la protección de la mujer frente al machismo y la violencia de género (que sí existen, por cierto) que han caído en saco roto gracias a las reducciones de condenas que todavía continuan. Una legislación realizada de forma unilateral, sin escuchar a las asociaciones feministas de referencia, sin atender a los informes de los Poderes que avisaban de este error. Una herramienta con la que la izquierda se ha despegado de encima a la extrema izquierda, como con agua caliente, un oportunismo político basado en ese tú lo haces peor que yo y te lo voy a demostrar, que ha terminado contaminando la lucha feminista tan necesaria.
¿Pero has dicho economía? Sí, también. Hay muchas cosas en juego: desde subvenciones y fondos europeos y ministeriales para invertir a nivel nacional y local, se supone que en educación para la prevención y en la propia prevención de feminicidios por violencia machista. Luego, invertimos ese dinero en campañas publicitarias donde se usan planos obtenidos de un banco de imágenes de libre descarga o fotografías que ya se han usado para anunciar un dentista (porque una mujer liberada de violencia, sonríe, dicen). Y justificamos gastos sin responsabilidades. También, por ejemplo, las farmacéuticas, ¿crees que no?, por los procesos de hormonación en los periodos de transición de género, por ejemplo.
Es el momento de ser críticos y de filtrar la información, más que nunca: el feminismo es igualdad. Y todas aquellas acciones que no busquen esa igualdad entre mujeres y hombres, en todas las esferas menos en la biológica, se llaman machismo u oportunismo político.
Que no nos usurpen el feminismo como sociedad.
Imágenes de portada e interior obtenidas en pexels.com, gracias a los autores.
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