El otro día hablaba con un amigo que es docente en un centro educativo de secundaria. Me contó que en su lugar de trabajo había habido un escándalo, privado, claro, por un asunto de acoso a menores:

Un docente, que acaba de llegar a este centro derivado de otro, se comunicaba a través de su canal de Instagram con alumnos.

Luego, los motivaba para contactar con ellos por WhatsApp con la excusa de gestionar tareas y dudas.

Y, finalmente, una vez ganada su confianza, les solicitaba e intercambiaba con ellas fotografías eróticas. Y para terminar, las amenazaba para que no contaran nada.

Digo “ellas” porque esto no lo hacía con estudiantes masculinos.

Un día, una de las menores, un poco mosqueada por el comportamiento del docente, se lo contó a su madre. Su madre acudió a la policía, luego fue a dar parte al centro educativo y, después, puso sobre aviso al resto de padres y madres.

Una acción ejemplar por parte de la madre (y de la hija, que tuvo capacidad de identificar el problema).

Muy lejos de las acciones que estaba llevando a cabo el centro educativo, quien sabiendo que ese mismo docente había sido derivado allí por un caso de acoso sexual en su anterior puesto de trabajo, no dijo nada.

Y una vez que se repitieron los hechos, tampoco dijeron nada para, según me contó mi amigo, “no hacer saltar las alarmas”.

Esto, en Comunicación, se llama gestión de crisis. Y requiere una serie de reuniones con las que se estudian el problema, las consecuencias y la responsabilidad de la marca.

  • La primera pregunta es qué hace un docente comunicándose de forma privada por Instagram con su alumnado
  • La segunda es por qué el centro, sabiendo el expediente de acoso sexual de ese docente, no tiene pensado un protocolo de prevención
  • La tercera preguntar es por qué el centro no tiene pensado un protocolo de actuación en situaciones de crisis por acoso sexual

A la primera pregunta, por más que lo intento, no le veo respuesta. Pero sí solución.

Para la segunda y tercera cuestión, según me explicó mi amigo, la respuesta es para “quedar bien”.

Y la cuarta pregunta, en ese orden por pura cronología y no por importancia, es qué le hace pensar a una institución o marca que es mejor meter los excrementos debajo de la alfombra en lugar de recogerlos. Quiero decir que, esto, al final huele mal. Y que ciertamente es mucho mejor es, desde el punto de vista de la Comunicación, enfrentarse al problema y llevar a cabo las gestiones oportunas para resolver los puntos de dolor de los usuarios.

Creo que los centros educativos, organizados en redes operativas, deberían de tener a su servicio gabinetes de comunicación para resolver este tipo de problemas y para, con profesionalidad, emitir comunicados oficiales a favor de la protección de su alumnado.

Por cierto, el docente acosador está ya en un nuevo centro educativo, pendiente de juicios varios.
Esto es otro tema, pero sí que debe ser criticado:

¿Cómo puede una persona que se dedica a la docencia en centros educativos de menores tener varios procesos abiertos con la justicia por acoso sexual y seguir ejerciendo? ¿Cómo puede ir de institución en institución, pública, por cierto, en esas condiciones y libremente?

Obviamente, es preciso cambiar el sistema.

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Imagen de portada de Andrea Piacquadio en https://www.pexels.com

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