El año pasado, por cuasulidad, llegó a mí un enlace web sobre un concurso de ensayos feministas. Era un concurso público, organizado por una diputación andaluza, y pensé que sería buena idea presentar un texto. Estaba terminando mi segundo doctorado, pero había unos ocho meses de plazo, así que me daba tiempo. Reconozco que hubo un momento en que despotriqué en voz alta lo típico de estos casos:

Para qué presentar nada, si no voy a ganar

Si esto estará ya adjudicado (con alguna palabrota)

Esto se lo llevará el primo de alguien (con alguna palabrota más…)

Finalmente, decidí participar.

Obviamente, no gané. Y tampoco me extrañé, aunque reconozco que me dio algo de rabia porque había puesto verdadero interés en redactar mi ensayo.

Un ensayo en el que empiezo disculpándome, por si acaso es grosero. Un ensayo en el que cuento historias reales de la vida cotidiana y expongo datos oficiales y referencias científicas al respecto, a favor de la igualdad. Un ensayo en el que hablamos de nuevas masculinidades, de cómo el machismo nos afecta por igual a hombres y mujeres.

De pronto me vi con el manuscrito encima de la mesa, impreso y encuadernado y lleno de correcciones y con un premio entregado que no llevaba mi nombre. ¿Y ahora qué?, me dije.

Pues ahora tendrás que darle salida. Me respondí.

¿Que lo publique, me estoy diciendo?, me contesté.

Pues claro, si ya está hecho. Quizá puedas contribuir a una sociedad mejor.

Querrás decir micro-sociedad.

Bueno, micro-sociedad, me corregí a mí misma.

Pero es posible que me insulten.

Sí. Pero si no lo publicas también.

Pero no sé si estaría capacitada para soportar eso, me insistí.

Para lo que no estoy capacitada es para quedarme mirando, me contesté con cierto enfado conmigo misma.

Y así nació La abuela Pepa tenía pito. Como libro, claro, porque como persona ya hace tiempo que había nacido, a finales del siglo XIX: existió, era mi bisabuela. Y decían de ella que tenía pito, por su carácter fuerte, pero ella no lo sabía, claro -creo que nadie se hubiese atrevido a decir eso en aquella época abiertamente-. Y ella, sin saberlo también, quizá más de cien años después, es el punto de patida de un ensayo de carácter feminista.

Espero que el pito de la abuela Pepa despierte conciencias gracias a la literatura de Almen Molten.

Por ti. Por mí. Por la sociedad.