No nos conocemos, disculpa.
Soy Almen Molten. Sin conocernos, y disculpa si me entrometo en estos días tan difíciles, he sentido la necesidad de escribirte personalmente. Porque me siento muy cerca de ti estos días.
Creo que muchas personas no se imaginan por lo que debes estar pasando. Yo llevo días poniéndome en tu lugar.
Junto con tus compañeras de equipo has ganado un mundial. Habéis hecho historia, junto a ellas, y no sólo a nivel deportivo. También social.
Tú deberías ser conocida en todo el mundo “sólo” por ganar un mundial de fútbol femenino, el primero, seguro que de muchos. Y eso ha pasado a ser el mero eco de un acto injustificado e injustificable.
Yo juego a voleibol, ¿sabes? En una liga muy baja, en segunda autonómica. Y hace ya muchos años que soy senior y que uso cremas de esas que dan calorcito para poder jugar. De esas mentoladas que despejan la nariz de todo el equipo. De esas que huelen más que el suavizante, lavado tras lavado.
No sé si realmente me puedo imaginar lo que significa ganar un mundial. Sé que cuando mi equipo gana o pierde la liga provincial yo la lloro como si fuese la mejor liga del planeta. Tan lejísimos de tu categoría -resulta que lo que tú has ganado es lo máximo del mundo- no sé si esa emoción tan, tan grande, con tantísimo trabajo detrás, se puede si quiera digerir. También sé que mi equipo es el mejor del mundo para mí, como el tuyo.
Al margen de ser más o menos deportista, soy un persona inmersa en el ámbito laboral. Y vamos a decir que sí, que me imagino lo que significaría ser la mejor del mundo en tu trabajo. Sí, repito: la mejor del mundo en tu trabajo. Y me imagino lo que se puede sentir cuando además, por ello, tras ser expuesta desempeñando tu función, a nivel mundial y mientras te juzgan personas que no has visto ni verás en tu vida, mientras todo el mundo, expertos o no, opinan sobre cómo trabajas, te dan un premio.
Puedo imaginarme también cómo pasar a la rabia y el coraje de un segundo a otro, cuando en el vestuario, en un directo en tu perfil social, te preguntan por ese sello mal puesto y no por si la copa del mundo pesa mucho, o poco, o qué textura tiene. O si has sentido poderes extra al sujetarla -seguro que sí-.
Creo que me hago una idea de lo que sientes cuando al llegar al autobús ya rondan memes por las redes sociales comparando aquello que te impusieron con Carbonero y Casillas. Y tú, entonces, mientras te graban con un móvil, ríes por no llorar al ver que tu éxito ha sufrido una Metamorfosis. Ríes. Sí. Por no llorar.
Imagino lo que es, tras luchar al máximo, tras dar lo mejor de ti como profesional del deporte, tras ganar un mundial, no poder poner la televisión, ni coger el móvil, por no ver un auténtico minuto a minuto del análisis de ese lacrado. En lugar de poder disfrutar del éxito.
Y además de todo esto, sin quererlo ni pedirlo, ¡ni provocarlo!, tener que soportar pasar de ser una heroína, a ser víctima y de ahí a verdugo. Porque te hacen responsable de los actos de otra persona; te hacen responsable de su salvación; te hacen responsable de una huelga de hambre… dudan de lo que se ve a favor de lo establecido.
Cuando con tus actos, de lo único que eres responsable es de ganar un mundial y de demostrar tu profesionalidad.
Consentido o no, estabas trabajando.
Consentido o no, no era el momento de una euforia incontrolable.
Consentido o no, no es justificable.
Porque, por si alguien no se ha dado cuenta, cuando corres detrás del balón, o delante, cuando defiendes, cuando entrenas, cuando metes un gol, cuando lo fallas, cuando levantas pesas, cuando cuidas lo que comes, cuando te vas antes a la cama para descansar, cuando te duele algo y sigues, cuando recoges un premio por ganar… estás TRABAJANDO. Por mucho que todos disfrutemos, tú estás trabajando.
No nos conocemos, pero me gustaría poder abrazarte y darte las gracias en nombre de muchas personas:
Gracias por ganar el mundial y demostrar que las mujeres podemos.
Gracias por ser un referente, deportivo y femenino, para muchas niñas y mujeres. Un referente, en general, para cualquier persona que crea en la igualdad de oportunidades.
Gracias por resistir ante todo el revuelo que empaña una victoria que muchas hemos asumido como propia, aunque juguemos en provincial. Una victoria que es mundial. Que es global. Que es social. Que es de todas las personas y que será eterna.
Gracias por tu dignidad y educación.
Por tu temperamento, esfuerzo y valentía por luchar hasta conseguir lo conseguido.
Que nada empañe tu éxito -ni el de tu equipo-.
Sigue.
Estamos contigo.
Y cuando no lo estén, tú sigue.
Te necesitamos.
Has hecho historia, sí: porque has visibilizado una realidad encubierta por la normalidad más despreciable.
Has hecho historia, sí: porque el deporte es más igualitario. Porque sois las mejores del mundo.
Sigue.
Y gracias. Muchas GRACIAS.
Por cierto…
Un abrazo.
Almen Molten