Lo malo es que hemos aprendido a vivir con ella….
Hemos cruzado la línea que separa “buscar” de “mendigar”, ya no nos encontramos en “búsqueda activa de empleo”, sino que en lugar de estar atentos para enviar nuestro currículum a algo llamado “oferta”, que también, hemos cambiado de táctica: nos ofrecemos para desarrollar cualquier tarea, en cualquier empresa a cualquier precio; y a veces no solo eso, sino que lo hacemos por alguien a quien apreciamos para evitarle el trago de rogar por un puesto de trabajo. Ojo, que no lo juzgo, solo lo cuento. No hay que ir muy lejos, LinkedIn se ha convertido en una red social de profesionales que empiezan a invertir su perspectiva para acceder al mercado laboral. Si esto se hace desde una esquina en plena noche lo llaman prostitución.
No se trata solo de mirar con otra óptica o desde otra perspectiva, que de hecho de eso va la actividad periodística. El caso es que hemos llegado a invertir unas tornas que no giran, la cuestión es que hemos pasado de comer filetes a sopa, y de sopa a una papilla masticada. Por si alguien no me sigue, hemos pasado de ser el quinto poder a la última mierda. Y por si alguien no me sigue, el periodismo se ha trasformado, y ha pasado de ser una profesión con cierto reconocimiento -y por qué no, cierto respeto e incluso temor… “¡¡No dude de que la prensa se enterará de esto!!”, le decían los malos con bigote estrecho y tirantes a los políticos vendidos en las películas antiguas- a ser un empleo mal pagado cuando se paga, con calidad dudosa y sin dignidad reconocida. Vamos, que hemos pasado de lo proletario a lo precario.
Pero la precariedad ya estaba instalada en el mundo periodístico, eso no es nuevo, quizá podamos remontarnos especialmente al trienio 2005-2008, momento en el que se digitalizan las redacciones de los medios de comunicación para ofrecer sus contenidos “gratis” en internet, etapa que termina con la inmersión en la crisis económica. Ejemplo sencillo de mecánica laboral:
Oferta de contenidos de acceso gratis e ilimitado + recorte de plantillas y sueldo = porquería de servicio
Me surgen dos preguntas rápidas: 1) ¿Quién hace el trabajo de muchos?; 2)¿Quién hace el trabajo de muchos por el sueldo de medio trabajador? No voy a pararme a describir esta situación en la que los becarios sin beca ocupan el puesto de un redactor experimentado que ya no existe o en la que una misma persona se ocupa de diferentes funciones que le impiden llevar a cabo si quiera una de ellas. De esto, pasamos. Ya estamos en otra etapa y sobre la anterior se ha escrito mucho.
Mientras que necesitemos trabajar porque tengamos la estúpida costumbre de comer, asearnos y tener una casa, esa pulga que tanta fiebre da no se va a ir de nuestra ropa interior. Y lo malo es que nos hemos acostumbrado a vivir con ella. Y entonces, nos guste o no, tenemos que soportar “ofertas de trabajo” donde no se describe el trabajo, donde no se matiza el salario, ni el horario, ni el puesto, ni las personas a cargo, ni el número de horas semanales a cumplir ni el convenio al que se somete… “Salario a convenir según cualificación”, y la pulga entonces se mete por el prepucio de la profesión, y aunque el prurito sea indescriptible pulsamos “Inscribirme a esta oferta”. Y mientras nosotros hemos tenido que responder a un formulario para darnos de alta en la web de empleo,
Edad, número de documento nacional de identidad con letra, dirección, estado civil, teléfono fijo y móvil, correo electrónico 1, correo electrónico 2, redes sociales operativas y páginas webs, si tengo casa en propiedad o en alquiler, si tengo hijos o pienso tenerlos, cuánto he ganado en cada puesto de trabajo anterior con sus periodos de tiempo detallados, cuánto me gustaría ganar, que me describa en diez líneas, aportar carta de presentación (opcional, claro, pero desde que se inventó lo digital ya ni sirven para que otros se limpien el culo), permiso de conducir y si tengo vehículo propio… Además, claro y cómo no, de mi formación académica, profesional y cursos de formación complementaria en horas.
Las empresas ofrecen un trabajo “a determinar”. ¿Tengo que dar las gracias? Recordemos que la pulga anda ya en el prepucio.
Y un paso más, porque la pulga empieza a pasear por piel rosada hasta que escuece incluso que caiga agua fresca. Como el trabajo no viene a mí, es el profesional el que se ofrece, con técnicas poco marquetinianas, pero eso no importa. Nada más orgásmico para un empresario que busca enriquecerse con poca inversión y sin visión de desarrollo empresarial que un profesional desesperado por trabajar: pues lo hará sin queja, alegre por poder poner en su perfil de facebook su nueva ocupación, por poco dinero, además incluso intentará ser productivo hasta que sea sustituido por otro que no incordie, que después de 8 meses “en pruebas” ya sabemos lo que toca. Segundo, tercer, cuarto y quinto ejemplo sencillo de mecánica laboral:
Falta de inversión en profesionales –> producto poco especializado –> consumidor descontento
Falta de inversión en profesionales –> precariedad laboral –> trabajador descontento/no rinde –> despido/autodespido
Consumidor descontento / trabajador precario –> menos beneficios y mala reputación
Becario que no cobra –> puesto que se ocupa–> sueldo que no se paga –> falta de profesionalidad –> precariedad laboral
Eso es lo que hay. Somos mendigos del periodismo, con todo lo que eso conlleva para las empresas mediáticas y para las audiencias. Pero no importa; lo que importa es poderse quitar la pulga sin llegar a darse golpes en las partes nobles. Pero lo malo, la base del problema, es que todo llega.
Mercedes Barrutia ©2017
Periodísticamente ©2017
Fuente de la imagen de portada: https://www.expertoanimal.com/